El caso de Bolivia es señal inequívoca de que los sistemas políticos latinoamericanos continúan teniendo el mismo problema: su marcado acento personalista. El Gobernante se siente la encarnación de la voluntad popular y tarde que temprano termina perdiendo piso si los controles instituciones son débiles. La historia reciente de Bolivia, al igual que la de muchos países latinoamericanos, nos deja de nueva cuenta una importante lección: enamorarse del poder, se provenga de la derecha o de la izquierda, no suele terminar bien.
Poco que celebrar, sin embargo, en torno a la forma en la que se precipitó la renuncia de Evo Morales. Considero que esta se debió de dar como respuesta a un cada vez más creciente repudio popular y a la exhibida de la que fue objeto en torno al fraude electoral con el que pretendía ocupar un nuevo mandato. Sin embargo, la sombra militar se hizo de nuevo presente en América Latina, empañando con un golpe de Estado lo que pudo haber sido un movimiento social de carácter ejemplar. El resultado ha sido el peor posible: el fraude y el golpe militar como actos condenables y un país sumido en el caos institucional como resultado. Si la vida e integridad física de Evo Morales y de sus colaboradores más cercanos corre peligro en caso de permanecer dentro del territorio boliviano, entonces su recepción como asilados halla justificación. Llama la atención el hecho de que los principales países de la región lo han dejado solo. Es de entender que ante la afinidad ideológica compartida entre Evo Morales y el Presidente López Obrador, el ejecutivo federal haya dispuesto lo necesario para recibirlo en México. Debemos reconocer que el Presidente de la República saber ser amigo de sus amigos, sean estos aspirantes a la Comisión Nacional de Derechos Humanos o mandatorios caídos en desgracia. Nobleza obliga. Sin embargo, hay un trecho algo amplio entre asilar a un ex mandatario seriamente cuestionado y otorgarle el estatus de prócer de la democracia. El Estado mexicano deberá ser muy claro en los términos del asilo político que habrá de brindar al expresidente Morales. Sería un error permitirle intervenir en la vida política del país. Asimismo, el Ejecutivo Federal deberá transparentar cuáles serán los recursos y medios de los que dispondrá el ex presidente Morales durante su estancia en el país, si es que estos provienen como algunos suponen del erario público. Finalmente, desde este espacio del Laboratorio de Ideas de la Universidad de Sonora, hacemos votos porque la normalidad democrática pronto se restablezca en el país andino. Una vez que ello suceda y que existan garantías de respeto a sus derechos fundamentales, Evo Morales deberá responder a las imputaciones que en el ámbito de la justicia se le hicieran, si así fuera el caso. Llegado el momento, sería lamentable que México se convirtiera en un obstáculo para ello.
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September 2020
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